El lunes 7 de marzo se cumplen 4 meses de la primera Misa de Campaña, la de la puerta del Valle. Los que allí estuvimos tenemos la impresión de haber asistido a un hecho realmente relevante en la historia reciente de España. En pleno siglo XXI, y coincidiendo con la visita del Papa a España, el gobierno cerró al culto una Basilica Pontificia como la del Valle de los Caídos, mientrás, paralelamente y en un acto de hiprocresía sin precedentes, las autoridades de este país acompañaban al Sumo Pontífice en la consagración de una nueva Basilica en Barcelona.

La Misa del Valle, oficiada por el valiente monje Benedictino Fray Santiago Cantera supuso, sin ninguna duda, el detonante para lo que ocurrió después: una autentica marea de fieles acudiendo al Valle de los Caídos en defensa de lo más fundamental de su libertad, la libertad de culto.

Transcribimos aquí la Homilía de Fray Santiago de aquel día agradeciendo, una vez más, desde aquí sus palabras que tanto bien hicieron en la defensa del Valle de los Caídos.

Queridos hermanos en Cristo Jesús:

Las lecturas de hoy resultan sugerentes sobre todo para dos aspectos de nuestra vida actual. Por un lado, nos encontramos en el mes de noviembre, dedicado a la intercesión por las almas de los difuntos: se abre con la solemnidad de Todos los Santos, que nos recuerda que todos estamos llamados a la santidad ante Dios y a la salvación eterna; y al día siguiente prosigue con la conmemoración de los Fieles Difuntos, que instituyó el abad cluniacense San Odilón a inicios del siglo XI.

Es precisamente en el segundo libro de los Macabeos donde se encuentran algunos de los textos en los que la Iglesia Católica fundamenta la creencia en el Purgatorio o unas penas purgatorias, que es un dogma de fe definido por el II Concilio de Lyon en 1274. Para pasar a contemplar la belleza infinita de Dios, las almas deben estar limpias de toda mancha dejada por sus pecados. Nosotros podemos ofrecer nuestras oraciones, penitencias, limosnas y sobre todo el Santo Sacrificio de la Misa para que las almas que se encuentran en ese estado puedan pasar a disfrutar de Dios.

En el texto que hoy se ha leído, contemplamos la firme esperanza de los hermanos Macabeos en el premio eterno por su muerte martirial en defensa de la fe. “Dios quiere que todos los hombres se salven”, dice San Pablo. Y Jesús nos habla de la inmortalidad, pues Dios “no es Dios de muertos, sino de vivos, porque para Él todos están vivos”. Dios desea que todos podamos llegar a gozar de la visión de Él en el Cielo. La secta de los saduceos, que trataron de poner a prueba a Jesús, tuvo su origen precisamente en la época de los Macabeos: fueron los judíos helenizantes que colaboraron con las autoridades impías y aceptaron elementos provenientes del paganismo y del racionalismo. Serían unos de los responsables en llevar a Jesús al Calvario. Aquí entra la segunda consideración.

Los Macabeos son un ejemplo de martirio en tiempos de persecución religiosa. No tenían miedo a la muerte, porque creían en el premio eterno. Jesucristo ha culminado lo que ellos anticiparon y se ha convertido en el Gran Mártir de la verdad y del amor de Dios, la Víctima que se ha ofrecido al Padre para redimirnos del pecado y abrirnos las puertas del Cielo. Por eso todos los mártires han dado desde entonces su vida por Él y con Él.

Hoy vivimos tiempos difíciles para la fe en España y el testimonio de los mártires debe servirnos de estímulo frente a la adversidad. Ayer mismo celebrábamos la memoria de los mártires españoles del siglo XX. En el avión de venida, el Santo Padre Benedicto XVI dijo ayer que España está sufriendo una ofensiva laicista muy semejante a la de los años 30. Vosotros mismos lo podéis contemplar hoy en esta celebración, que a mí me recuerda a las misas del Beato mártir Jerzy Popieluszko en la Polonia de los años 80.

Por ello, debemos mirar el valor de los mártires para llenarnos nosotros mismos de valor. Traigamos a la memoria los cerca de 50 católicos asesinados esta semana en Irak por elementos islamistas. Ojalá los católicos españoles seamos capaces de decir con convicción lo que ha dicho el cardenal arzobispo de Bagdad: “No tememos la muerte”.

Es preferible una Iglesia mártir −y recordemos que la palabra mártir significa “testigo”− que una Iglesia connivente con el mal por temor a perder un bienestar temporal. A medio y largo plazo, la Iglesia que realmente pervivirá será la primera. Hoy no honramos a ciertos eclesiásticos que en los años de la persecución en México pactaron los denominados “arreglos” con el gobierno masónico, sino que veneramos como santos y beatos a los mártires cristeros, procedentes sobre todo del pueblo sencillo.

No tengamos miedo a defender la verdad de Cristo. San Juan Crisóstomo fue desterrado dos veces por denunciar públicamente la corrupción de la corte de Constantinopla, pero ante la persecución afirmaba: “Decidme, ¿qué podemos temer? ¿La muerte? ‘Para mí la vida es Cristo y una ganancia el morir’. ¿El destierro? Del Señor es la tierra y cuanto la llena’. ¿La confiscación de los bienes? ‘Sin nada vinimos al mundo y sin nada nos iremos de él’. Yo me río de todo lo que es temible en este mundo y de sus bienes. No temo la muerte ni envidio las riquezas. Yo leo esta palabra escrita que llevo conmigo: […] ‘Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo’”.

Evitemos el odio que pueda surgir en nuestro corazón hacia quienes persiguen la fe. Oremos por ellos y que el amor de Cristo venza el muro del odio. Pero, sin dejar de amarles, sepamos también mostrar nuestra firmeza, porque el Señor está con nosotros y tenemos que defender su heredad, de la que forman parte las iglesias y los lugares de culto. Que podamos decir con convencimiento las mismas palabras que el abad benedictino Santo Domingo de Silos dijera a un rey de Navarra en el siglo XI: “La vida podéis quitarme, pero no más”.

Quiero terminar extractando algunos preciosos versos de una canción que entonaban los cristeros mexicanos y que revelan el valor y el anhelo de eternidad que debemos tener. Dicen así: “El martes me fusilan / a las seis de la mañana / por creer en Dios eterno / y en la Gran Guadalupana. […] Matarán mi cuerpo, pero nunca mi alma. / Yo les digo a mis verdugos / que quiero me crucifiquen, / y una vez crucificado / entonces usen sus rifles. […] No tengo más Dios que Cristo, / porque me dio la existencia. / Con matarme no se acaba / la creencia en Dios eterno: / muchos quedan en la lucha / y otros que vienen naciendo. […] ¡Viva Cristo Rey! ”

Que la Santísima Virgen nos alcance del Espíritu Santo el don de fortaleza y haga que la visita del Santo Padre traiga sobre nuestra querida y atribulada España frutos copiosos de una fe recia y de un espíritu ardiente.
 

Categorías: Miscelanea

3 commentarios

Luz · 8 marzo, 2011 a las 18:26

Ese dia fué el comienzo de algo grande, la valentia de los benedictinos que en ese momento estaban en el Valle de los Caidos,( Y la suerte de que otros no estuvieran) saliendo a la intemperie para realizar el oficio religioso, así como la maravillosa homilía de Fray Santiago Cantera, llena de fuerza y espiritualidad, movilizó a miles y miles de personas que hasta la fecha se ha mantenido, yo personalmente estoy tremendamente orgullosa de haber participado de cada una de ellas con frio, con nieve, con lluvia, con viento, junto a los miles de españoles que dijeron » Basta Ya» ante el primer gobierno de una democrácia que tuvo el infame atrevimiento de prohibir la celebración de un acto religioso dentro de una Basílica Pontificia. Gracias a esa movilización y a un medio de TV decente que retransmitió cada uno de los acontecimientos que hay se produjeron, así como a los numerosos miembros de la ADVC, que trabajamos para que no fallara nada en su organización, conseguimos que la basílica fuera abierta de nuevo, pero todavía nos queda mucho por hacer, es importante conseguir que el Valle abra definitivamente sus puertas a todo aquel que quiera admirarlo no solo por su significado religioso, sino por lo grandioso del Monumento, tenemos que recuperar a nuestra Piedad que fué ultrajada de una manera deleznable, y tenemos que pedir responsabilidades penales a todos y cada uno de los responsables de este acoso sin cuartel a un Monumento que fué concebido como la reconciliación de todos los Españoles, algo que este gobierno sectarista trata de destruir, pués seguiremos en la lucha y siempre nos encontraran de frente.

Guripa · 7 marzo, 2011 a las 23:48

Sí que fue una hipocresía el miserable comportamiento de los mandamases de España. En especial el de quien debiera ser el mayor defensor del Valle, dado el cargo que ostenta, que es el de máxima autoridad de la fundación propietaria del mismo. Esta persona es más conocida como Su Majestad Católica, entre otros títulos nobiliarios.

Personalmente tengo que expresar mi orgullo personal de haber compartido el frío, la niebla y los registros retentivos, infames, oredenados por los delincuentes de siempre. Haber estado junto a tantos españoles ejemplares esos días, en aquel lugar, hermanados con los monjes benedictinos, sólo puedo considerarlo un honor. Un grandísimo honor.

Lania · 7 marzo, 2011 a las 13:37

¡Viva Cristo Rey!

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