He recibido un correo de un amigo en el que me adjunta un vídeo sobre una conferencia pronunciada por Alberto Bárcena Pérez, Profesor de Historia Contemporánea en la Universidad San Pablo CEU, quien el 28-05-2015 la impartió en la Fundación Universitaria Española, Calle Alcalá, 93, Madrid, con motivo de la presentación de su libro titulado «Los Presos del Valle de los Caídos».

La conferencia y el libro tienen su origen en una Tesis Doctoral del autor sobre la vida que llevaron los presos que participaron en la construcción del Valle. Y, como no disponía del texto escrito, he tenido que oír el vídeo varias veces y, pese a la dificultad que conlleva haber tenido que escribir a oído los datos del conferenciante, he querido plasmar aquí su contenido básico, dado el enorme interés que entiendo tiene el tema, sobre todo, de cara a que resplandezca la verdad y, a la vez, para tratar de desenmascarar la «leyenda negra» que se ha ido formando por la propaganda antifranquista de dentro y fuera de España sobre los presos que, a base de tanto insistir en los medios interesados, han ido creado una falsa imagen sobre el Valle y sus presos, como si el mismo hubiera sido un campo de concentración y de trabajos forzados de los llamados «presos políticos del franquismo», que habrían vivido allí siendo víctimas de lo que durante muchos años se ha venido llamando el Régimen carcelario, sanguinario, vengativo y opresor de Franco; porque, como una mentira repetida mil veces se convierte en verdad sin serlo, nada mejor que esta conferencia para tirar por tierra los mitos que se inventaron sobre el Valle y sus presos. Y no se trata de una exposición mía, sino de la transcripción de un trabajo científico, objetivo y serio realizado por un historiador especialista.

El conferenciante tiene publicados numerosos libros de su especialidad, ha impartido numerosas conferencias y es un investigador de reconocido prestigio. Sobre los presos del Valle, ha estado investigando durante siete años, desde 2005 hasta 2012, sobre un fondo de documentos originales que encontró tras haber permanecido muchos años guardados en 70 cajas depositadas en el Archivo del Palacio Real de Madrid, donde se encuentran debidamente ordenados y clasificados. Y si bien en principio desde Patrimonio del Estado se vino negando incluso al Abad del Valle, D. Anselmo, la existencia del fondo, luego, gracias a la colaboración del encargado del Archivo de Palacio, el autor pudo examinar, uno por uno, todos los documentos allí conservados. O sea, que no estamos aquí en presencia de meras elucubraciones o especulaciones gratuitas sino de documentos auténticos con numerosos escritos debidamente sellados y registrados sobre el régimen y vida que dentro del Valle hacían los presos.

Según el conferenciante, en el Valle no hubo trabajos forzados, ni Cuelgamuros fue un campo de concentración, sino muy por el contrario. Aparece probado documentalmente que todos los presos del Valle solicitaron ir allí voluntarios. El motivo de que lo quisieran ellos mismos se debió a las ventajas que les reportaba, como la redención de penas por el trabajo, para reducirlas; tener un salario igual al de los obreros libres que también trabajaron allí, pues a los presos se les pagaba en la misma cuantía y condiciones laborales que a los trabajadores libres, amparados unos y otros por el avanzado sistema de seguros sociales creado, precisamente, por el Régimen de Franco, porque antes de la Guerra Civil no existía la Seguridad Social, de cuyo salario se preocupaban las Juntas Locales pro-presos, que lo distribuían en tres partes, una que se entregaba en mano al preso trabajador, otra a su familia, y otra que se le ingresaba en una cartilla de ahorros, cobrando los presos peones los mismo que los trabajadores libres, unas 10.000 pesetas de la época, cantidad que era superior a la que un trabajador libre percibía fuera. El salario incluía: plus de carga familiar, plus de carestía de vida, plus de vida cara, distinto al anterior. El desarrollo y aplicación de las normas dictadas para los presos estaba a cargo del General Máximo Cuervo y del Padre José Agustín Pérez del Pulgar, un jesuita relevante, físico y persona muy humanitaria.

Otra ventaja que tenían los presos consistía en que dentro del Valle podían tener y vivir con la propia familia, ya que había hasta cuatro poblados al efecto y tres escuelas de distintos niveles para los hijos, desde párvulos hasta jóvenes que podían cursar el Bachiller, que luego tenían que ir a examinarse al Instituto San Isidro de Madrid. Muchos de ellos obtenían becas de estudio. El Maestro principal era también un preso, Gonzalo de Córdoba, al que todos en el Valle llamaban Don Gonzalo como si no estuviera penado; impartía clases conjuntas para hijos de penados, de funcionarios de Prisiones, de Guardia Civiles allí destinados y de trabajadores libres; presumía y tenía muy a gala que ningún alumno hubiera tenido nunca que repetir curso. Y hubo bastantes alumnos hijos de presos que terminaron en la Universidad licenciándose en carreras superiores, lo que en aquella época era casi inalcanzable para la clase trabajadora. Luego, las familias de los presos vivían dentro con ellos. Todos disponían de Economato del que se suministraban víveres más baratos; también de Iglesia para asistir a actos religiosos el que quisiera; y un hospital para atención sanitaria. Los trabajadores libres contratados constituían entre un 40 y un 50 %. Incluso en los veranos permitían vivir con los presos y sus familiares a personas amigas, como si fueran a pasar las vacaciones a un pueblo de la sierra. Una de las muchas solicitudes que lo acreditan es el caso del padre del actor Francisco Rabal, del que aparece una solicitud suya para que pueda pasar en el Valle la temporada estival una niña de 15 años, de la que dice: «que es hija de la madrina de mi hijo». Aparece otra solicitud de un abuelo que pide otro verano que puedan ir sus tres nietos, y añade que: «…como todos los años»; había también peticiones de antiguos presos que ya eran libres y querían seguir yendo allí los a pasar las vacaciones.

Otro falso mito que existió sobre el Valle es que siempre se ha hablado de miles de presos políticos, hasta 20.000, que habrían estado allí soportando maltrato, torturas y condiciones infrahumanas. Sin embargo, las estadísticas examinadas por Bárcena Pérez revelan que en diciembre de 1943 había sólo 679 y en mayo de 1947 que tuvo una de las cifras más elevadas había 1.278. La propaganda antifranquista llegó a dar miles de presos muertos en los trabajos de las obras, como si los mismos hubieran estado esclavizados y sometidos a un régimen represor de terror sanguinario, vengativo e inmisericorde; cuando, con documentos en la mano desde 1940 hasta 1959, figura la cantidad dada por el Médico del Valle de sólo 14 fallecidos, que el Practicante cifró en 18. Uno murió por accidente de moto, porque al tomar una curva chocó frontalmente con un camión de las obras; y otro porque trabajando se cayó de un andamio por no ponerse el arnés obligatorio; cuya tasa de siniestralidad laboral fue bajísima si se tienen en cuenta tantos años de trabajo y las obras tan suntuosas que realizaron. Apareció un documento del primer muerto del Valle en 1948 (las obras comenzaron en 1940), Alberto Pérez Alonso, cuya viuda, Jerónima Pérez de Organista, siguió luego ella trabajando en el Valle y solicitaba una casa en Madrid, insistiendo mucho en que su marido había sido el primer muerto. La solicitud la dirigía al arquitecto de las obras Diego Méndez, quien la envió a Antonio de Mesa, Consejero del Consejo de Obras, y éste, a su vez, al Ministro de la Gobernación, Blas Pérez, quien le dio trámite normal para que se le concediera la vivienda de protección oficial que procediera.

El Profesor Bárcena Pérez, manifestó, basándose en multitud de documentos, que los del Valle no eran «presos políticos», sino presos que habían cometido delitos muy graves, eso sí, por motivos políticos o religiosos. Y aunque pienso que la gravedad de algunos casos de los casos que citó puede herir la sensibilidad de algunos lectores, he optado por recogerlos porque no sería correcto ni justo mutilar la conferencia, y porque, además, el vídeo figura insertado al público en Internet, al que se puede acceder con sólo introducir en GEOGLE la clave: https://www.youtube.com/embed/31ikmjgSCEE .

Uno de los presos que citó, llamado Justo Roldán, pero que en el Valle era más conocido como el «Matacuras», porque había matado a cinco sacerdotes, estuvo en principio de portero de las monjas del Valle y encargado de la Abadía. Fue juzgado en dos Consejos de Guerra, pero en 1946 había quedado ya en libertad. Se le cambió de destino como medida cautelar porque tenía todas las llaves de la Abadía y se acordó que le sustituyera otro preso que no tuviera antecedentes antirreligiosos. Este preso fue uno de los que intervino en la masacre del llamado «tren de la muerte», que llevaba religiosos detenidos que los milicianos habían encerrado en la Catedral de Jaén y los llevaban a Madrid. Al llegar a la estación del Pozo del tío Raimundo, ya casi en la capital, la Guardia Civil que los custodiaba hizo parar el tren para llamar al Ministerio, alarmados porque los milicianos que iban en el mismo tren estaban muy exaltados contra los presos.

Del Ministerio se les ordenó que los entregaran a las milicias. Y éstas los iban entresacando en grupos de diez y fusilando. Entre los presos estaban el Obispo de Jaén y su hermana, que al sacarla a ella de filas para fusilarla, intentó mediar diciendo que su hermana no había hecho nada malo. Y un miliciano contestó al Obispo: «No te preocupes que de ella se va a encargar una miliciana», que acto seguido la fusiló. Sin embargo, el Obispo se salvó junto con un grupo de 20 gracias a la intervención benevolente de otro miliciano, muy buena persona, que sin saber cómo, se las arregló para retirarlos de las sacas que iban haciendo. El resto hasta 300, fueron todos fusilados. Otro preso era el fontanero del Valle, Leonardo, miliciano de una checa, que en Pinto fue a detener a una madre y un hijo, a los que fusilaron en presencia uno del otro. El «matacuras» declaró que también había participado en los graves sucesos de Pinto, y que mató a cuatro hermanos griegos. Bárcena Pérez refirió que el sacerdote e historiador Ángel Jesús Martín Rubio, investigador de acreditado prestigio con el que hace ya más de un año contacté para documentar alguna de mis investigaciones, está en posesión de numerosos documentos obtenidos en el Ayuntamiento de Pinto, que se refieren a otras muertes execrables habidas en dicha localidad, como el caso de varias señoras mayores que tras haber sido violadas por milicianos y robarle todo lo que llevaban las asesinaron. Igualmente, al sacerdote, padre Calleja, de 25 años, lo mataron ante su padre y después a éste por ser padre del cura. Y a un obrero de Pinto lo detuvieron y enterraron vivo sólo por ser de derechas. Y concluye el conferenciante que, de la obra del Valle de los Caídos, se deduce que la idea de Franco al construirlo fue la de cerrar las heridas de la Guerra Civil enterrando allí a personas de ambos bandos.

http://elfarodigital.es/antonio-guerra/146044-leyenda-negra-sobre-el-valle-de-los-caidos.html#

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1 comentario

Poncho · 13 mayo, 2016 a las 10:08

Si ya se lo había oído contar al hijo del administrador-pagador del Valle de los caídos, de que todos cobraban y que los obreros vivían bien, hasta el nefasto Gobernador del B.de E., Fernandez Ordoñez,creo que estuvo viviendo allí y seguro que fue uno de los niños privilegiados que estudiaron una carrera. Pero las mentiras que cuentan los rojos son más poderosas y si el Sr. Fdez. Ordoñez oculta la verdad, por cobardía e interés partidista-socialista, pues

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