Madrid, 5 mar.- El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, afrontará mañana su primera sesión de control en el Senado, un pleno que la oposición socialista centrará en cuestiones económicas, como el paro o la elaboración de los Presupuestos Generales del Estado.

De hecho, el jefe del Ejecutivo deberá contestar a una pregunta del portavoz del grupo parlamentario socialista, Marcelino Iglesias, sobre la reforma laboral, así como a una cuestión del portavoz de CiU, Jordi Vilajoana, referida a los problemas del déficit.

Habrá una tercera pregunta para el presidente, que formulará en nombre de la Entesa Catalana de Progrés (que agrupa a los senadores del PSC e ICV), el exministro José Montilla, dedicada al corredor ferroviario en el Mediterráneo.

El estreno de Rajoy en la Cámara Alta, en la sesión plenaria que comenzará a las 16,00 horas, también permitirá a Iglesias, como portavoz socialista para esta legislatura, protagonizar su primer «cara a cara» con el presidente del Gobierno.

Su pretensión como jefe de la oposición en el Senado es hacer hincapié en la «inquietud social» que han generado los cambios introducidos en la normativa laboral que, a juicio del PSOE, no solo no servirán para crear empleo, sino que pueden favorecer el despido.

Por ello, según fuentes socialistas, Iglesias insistirá en que la reforma laboral «cambia un modelo de relaciones laborales basado en el diálogo y el acuerdo por la confrontación», a la par que recordará el «masivo rechazo» que la medida ha suscitado en España.

En la misma sesión de control habrá más preguntas referidas a la economía, a cargo del grupo socialista, que por otra parte dedicará cinco de sus ocho preguntas al Gobierno a asuntos relativos a Andalucía, comunidad que celebra elecciones dentro de 20 días.

Habrá también preguntas del PNV sobre los restos del dictador Francisco Franco, enterrados en el Valle de los Caídos, y sobre el 75 aniversario del bombardeo de Gernika, de CiU sobre la gestión del aeropuerto de El Prat y del PSOE sobre la reforma del Senado, entre otras.

(Agencia EFE)

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7 commentarios

La Harka · 16 marzo, 2012 a las 11:30

Una mínima rectificación a los soberbios escritos de «Guripa». Los batallones concentrados en Santoña debían ser de la 50ª División de Coches de Choque, no División de Choque a secas, vista su «heroica» participación en la defensa del Frente Norte: en cuanto perdieron las Vascongadas, para ellos se acabó la guerra. Tal era su compromiso con la República y con el resto de España. Hay testimonios escritos y publicados por autores pro-Frente Popular, que describencómo unidades vascas disparaban contra las asturianas que no querían rendir Bilbao, sino luchar hasta donde se pudiera.

Si otro se ofrece a morir luchando por tu tierra contra tu enemigo, cuando tú solo piensas en echar a correr ¿qué eres?.

Pues eso mismo fue, es y será el PNV.

Ciuredhal · 14 marzo, 2012 a las 9:56

Soberbio, Guripa.
A difundirlo.

Luis Mi. · 6 marzo, 2012 a las 10:03

Mi querido amigo Guripa, creo que después de tus detalladas exposiciones sobre los diferentes hechos acaecidos en la Guerra Civil que nos dan una visión real de la verdadera Memoria Histórica , solo queda decir… blanco y en botella para estos señores por denominarlos de alguna manera de la izquierda más radical. Un abrazo

Guripa · 5 marzo, 2012 a las 21:04

Hay ue reconocer que estos chicos de la nación mítica, la subvención y la deformación histórica dan bastante juego, a pesar suyo.

Hay un episodio de la Guerra Civil no muy conocido, pero también muy triste y que resultó del todo inútil para el Frente Popular, que es quien lo protagonizó, y que viene a colación del famoso bombardeo de Guernica, aunque éste tuvo en vidas un coste menor que el que voy a exponer. Se trata del bombardeo de la localidad cordobesa de Cabra:

Hablando de genocidios: 70 aniversario del bombardeo de Cabra

Ángel David Martín Rubio. 5 de noviembre.  

http://desdemicampanario.blogspot.com
Muy pocos recuerdan que el 7 de noviembre de 1938 la Aviación a las órdenes del Gobierno republicano bombardeó la cordobesa ciudad de Cabra causando más de un centenar de muertos.

Desde el punto de vista técnico, la Aviación durante nuestra guerra vio la transición del avión biplano al monoplano, desarrollándose nuevas tácticas de combate aéreo a mayor velocidad y altura, se verificó el aumento del potencial de fuego de los cazas y se ejecutaron los primeros bombardeos de poblaciones como elemento de castigo hacia la población civil. En efecto, si bien durante la Primera Guerra Mundial ambos bandos habían bombardeado ciudades de la retaguardia enemiga, fue durante la Guerra Civil Española cuando se generalizó esta práctica, prevista en las doctrinas que sobre el poder aéreo se desarrollaron en Europa y en Estados Unidos en la época de entreguerras. En este último sentido es importante la distinción entre bombardeo táctico y estratégico. En el bombardeo táctico las fuerzas aéreas intentan derrotar al enemigo en una batalla en particular (en muchas ocasiones cooperando con otros elementos de las fuerzas armadas) mientras que en el bombardeo estratégico el objetivo es derrotar al enemigo en la guerra, realizando para ello una campaña de envergadura que mine poco a poco los recursos del adversario (ya sea su capacidad industrial, la moral de sus ciudadanos en retaguardia o cualquier otro procedimiento).

El bando republicano fue el primero en bombardear ciudades, de forma que antes de finalizar el mes de julio de 1936 ya habían sufrido estas agresiones Zaragoza, Córdoba, Sevilla y otras, según se reconoce en sus propios partes oficiales de guerra. Ahora bien, mientras que el Gobierno del Frente Popular inició una activa campaña publicitaria frente a los bombardeos nacionales, que llegó incluso al Vaticano, la propaganda nacional, mucho menos preocupada por estas materias, sólo acertó a responder tardíamente con unos folletos que registran menos bombardeos y muertos causados por el enemigo que los que hubo realmente como demostró el historiador Patricio Hidalgo Luque en una Comunicación presentada al II Congreso Internacional sobre la Segunda República y la Guerra Civil (Universidad San Pablo-CEU, 2006).

Aquel 7 de noviembre de 1938 la línea principal del frente se encontraba en el Ebro, muy lejos de Córdoba. Una de las bombas cayó en el mercado de Abastos de Cabra donde se hallaban reunidos los campesinos del entorno… Entre los muertos, población civil, mujeres y niños… La guerra estaba perdida pero había tiempo de seguir prolongando el sufrimiento y de provocar más destrucciones, incluso en lugares que el Ejército Popular ni siquiera soñó con pisar.

El Gobierno del socialista Negrín tenía un importante número de “artistas” a sueldo; recordemos que algunos de ellos estaban en nómina como comisarios políticos en el ejército mientras que la España nacional vivía volcada en el esfuerzo de guerra. Tal vez por eso, excepto algunas referencias en la prensa española y en algunas publicaciones afines del extranjero se ha habló muy poco de este bombardeo; no hubo un Picasso que inmortalizase la tragedia y en los libros de historia apenas se dedican unas líneas a lo ocurrido. Y es que las ciento ocho vidas de Cabra parecen pesar mucho menos que las ciento veinte de Guernica cuando se pasan por el filtro de la propaganda roja o de la memoria histórica.

Han pasado 70 años, pero quizás hoy como nunca se impone el deber de conocer el pasado para evitar que personajes como Zapatero y Garzón lo utilicen para controlar el presente.

Me parecería un buen argumento electoral para el candidato Griñán que reclamase a su propio partido indemnizaciones y reparaciones por este crimen, calificable de genocidio, que poca gente conoce pero que fue real. Ni creo que tenga valor, el socialista.

Guripa · 5 marzo, 2012 a las 20:50

Arrojemos luz sobre el tan famoso y mitificado bombardeo de Guernica, del que también ahora pretende sacar tajada el senador semialopécico Anasagasti.

Para ello quién mejor que el historiador mejor documentado y más odiado por los perdedores de la Guerra Civil, Pío Moa (recomiendo a quienes siempre le difaman que la mejor manera de desacreditarle es con datos y documentos que desmonten sus explicaciones. El problema es que no existen tales documentos, lo que convierte a Moa en un enemigo imbatible):

El bombardeo de la villa de Guernica, ocurrido el 26 de abril de 1937, ha tenido todavía más repercusión. Según el mito, fue un ensayo deliberado de arrasamiento de la población civil, llevado a cabo por la aviación alemana con probable instigación o autorización de Franco, sobre una población sin valor militar. Por efecto del ataque habrían muerto entre 800 y 1.650 personas, según los diversos autores, llegando los nacionalistas vascos a hablar de 3.000, para una población total de unos 5.000.
El caso guarda mucha similitud con el de la matanza de Badajoz. Los estudios más detallados y recientes de Jesús Salas Larrazábal, no rebatidos por nadie hasta la fecha, prueban que el bombardeo fue decidido por el jefe alemán Von Richthofen sin autorización de Franco. Éste había prohibido, y volvió a prohibir después, los bombardeos sobre objetivos civiles. En segundo lugar el ataque a Guernica habría tenido un valor militar de primer orden si las tropas de Franco hubieran avanzado enseguida sobre la población, pues con ello habrían copado a una parte considerable del ejército enemigo. Ese valor se perdió al decidir el general Mola, que se llevaba mal con Richthofen, un avance en dirección contraria, sobre Durango. En tercer lugar el alemán conocía por anticipado la decisión de Mola, pese a lo cual obró por su cuenta (“Me porté muy maleducadamente”, comenta en sus diarios). El bombardeo constó de varias pasadas sin mucho efecto, entre las 4,30 y las 6 de la tarde, seguidas de otra a las 6,30. Esta última ocasionó grandes incendios, y una hora después el 18 % de la villa estaba en llamas. Durante la noche la destrucción por el fuego se extendió al 71% de los edificios. La causa de la devastación fue el bombardeo, pero su extensión se debió también a la deficiente actuación de los bomberos de Bilbao, que tardaron varias horas en llegar desde una distancia de 30 kilómetros, y se volvieron a las tres de la noche, cuando los incendios proseguían. Finalmente, el número máximo de muertos fue de 126, probablemente alguna decena menos. Una cifra muy alta, pero también muy inferior a la necesaria para forjar el mito.
Salas Larrazábal llegó a estas conclusiones tras examinar la documentación hoy conocida, los diarios personales de Richthofen, la prensa y los comentarios de aquellos días en la prensa de Bilbao, los registros de fallecidos y los testimonios disponibles. Sin embargo hasta ahora prevalecían las versiones elaboradas por varios corresponsales británicos, en especial por C. L. Steer, que escribía para el diario conservador The Times e inventó cientos de muertos y otros detalles. Así, al revés que las anteriores leyendas, ésta procede de la derecha británica, lo que acaso haya contribuido a su éxito. Salas supone, razonablemente, que este hecho respondió al interés de los conservadores británicos por contrarrestar la propaganda pacifista de los laboristas, advirtiendo a la opinión pública de lo que podría pasar en la propia Inglaterra. La opinión conservadora más despierta consideraba a Alemania el mayor peligro potencial, y sentía poca acritud hacia la Italia fascista, y por eso, probablemente, Steer negó la participación de aviones italianos, que sí intervinieron en Guernica, y, mintiendo deliberadamente, atribuyó a los alemanes el bombardeo de Durango, de autoría italiana y que causó más víctimas.
Otro aspecto del mito, divulgado por los nacionalistas, pretende que el bombardeo se dirigía contra los edificios y símbolos de “las libertades vascas”. Sobre ello deben señalarse tres cosas: que los alemanes ignoraban seguramente esos símbolos y tradiciones; que dichos edificios no fueron afectados por el bombardeo, pese a haber situado el gobierno nacionalista, imprudentemente, cuarteles en las inmediaciones de ellos; y que las tradiciones sobre Guernica están muy contaminadas por las invenciones separatistas. El mismo Azaña calificó de “cachivaches” muchos de los símbolos que le enseñaron cuando visitó la villa.
La propaganda franquista atribuyó la devastación de Guernica a las izquierdas. Es probable que durante un tiempo esta versión fuera creída por quienes la difundían, porque las ciudades vascas de Irún y Éibar habían sido incendiadas por las tropas enemigas en retirada. Pero en este caso no había sido así, y la propaganda de izquierdas y separatista pudo demostrarlo, añadiendo a la acusación del bombardeo el desenmascaramiento de la mentira derechista.
Vale la pena señalar algunas consecuencias de Guernica. Desde el punto de vista de la propaganda el bando franquista salió muy perjudicado. En el terreno militar el ataque de Richthofen resultó inútil inmediatamente, pues al no haber sido ocupada la villa enseguida, las fuerzas adversarias pudieron escapar al cerco. En cambio las consecuencias políticas beneficiaron grandemente a Franco, con ulteriores efectos militares. Pues el PNV llamó a los vascos a luchar a ultranza, pero bajo cuerda intensificó sus negociaciones con los fascistas italianos, a fin de obtener una rendición separada, traicionando a sus aliados izquierdistas.
El primer efecto de estas negociaciones se hizo evidente a mediados de junio, cuando Bilbao se rindió. Entonces los separatistas garantizaron la entrega intacta de la industria pesada de la ciudad al ejército de Franco, impidiendo su destrucción prevista por las izquierdas. Esa industria favoreció en alto grado el esfuerzo bélico del bando nacional. Y unas semanas después, hacia mediados de agosto, el PNV sugería al enemigo las mejores vías para atacar a sus aliados, de modo que las tropas separatistas parecieran quedar copadas y no se notase su traición. Fue el famoso Pacto de Santoña, que ayudó a los nacionales a conseguir su primera victoria masiva de la guerra, haciendo 55.000 prisioneros y capturando gran cantidad de material de guerra. Tales fueron las consecuencias del bombardeo de Guernica.
Conviene entender la posición del PNV. Éste era un partido muy de derechas, extremadamente racista y de un catolicismo sui generis, pese a lo cual se alió con unas izquierdas que estaban exterminando a la Iglesia. La paradoja se explica porque el PNV aspiraba ante todo a la secesión del País Vasco, y había aceptado la autonomía ofrecida por el Frente Popular pensando en conculcar los acuerdos desde el primer día, y separarse de España en cuanto le fuera posible. A tal efecto formó un ejército propio y otras muchas cosas por encima del estatuto autonómico. Además, al principio de la guerra casi nadie pensaba que Mola y Franco pudieran triunfar, pues la relación de fuerzas favorecía de modo abrumador al Frente Popular: en sus manos habían quedado todos los recursos financieros, casi toda la industria, las principales ciudades y puertos, la mitad del ejército, y dos tercios o más de las fuerzas de seguridad, de la aviación y de la marina. En tales condiciones no parecía provechoso aliarse con los seguros perdedores. Pero según pasaban los meses, el PNV comprendió que las izquierdas podían perder, y de ahí sus tratos con el enemigo.
El caso de Guernica merecería un estudio especial sobre cómo se fabrica un mito. Durante años diversos autores se han copiado y citado unos a otros como argumento de autoridad, sin examinar los hechos sobre el terreno. Un especialista en esa técnica, el estudioso y polemista useño H. Southworth, publicó en 1975 un libro apoyado en las informaciones y reseñas de la prensa mundial sobre el bombardeo. Salas observa: “Quien tenga probada paciencia puede estudiar los orígenes históricos del mito de Guernica en las 190 páginas del capítulo primero del erudito libro “La destrucción de Guernica”, del polemista norteamericano Herbert R. Southworth, en las que va exponiendo, una tras otra, las noticias que publicó la prensa mundial en base a los cables enviados desde Bilbao por cinco corresponsales extranjeros (…). Los que afronten esta lectura podrán conocer insignificantes pormenores relacionados con este temario, país por país, pero por mucho que relean las densas páginas no serán capaces de hallar rastros de lo más esencial: los relatos de la prensa de Bilbao, numerosa entonces y, hay que suponerlo, mejor informada. Nadie considere esto como un incomprensible olvido de cronista tan minucioso, pues existe una explicación mucho más lógica: los periodistas de Bilbao (…) no comulgaron con las extravagantes tesis de los contados corresponsales extranjeros que fabricaron la leyenda, y los censores de Bilbao impusieron cortes en los pocos artículos desorbitados que la prensa local reprodujo de los diarios extranjeros. (…) y que podían ser refutados fácilmente por los evacuados de Guernica”. Estos párrafos expresan la diferencia entre historiografía y propaganda.
Sorprendentemente, la prensa de Bilbao ni siquiera hablaba al principio de muertos, sino sólo de heridos. El número de muertos, relativamente escaso para un ataque que causó tal destrozo, se explica porque a partir de la primera pasada de los aviones la gente estaba alerta y la mayoría se puso a salvo. Además la mayor parte de la devastación, aunque originada en el bombardeo, se produjo con posterioridad a éste.

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Guripa · 5 marzo, 2012 a las 20:27

Quizá el senador semialopécico Anasagasti tendría a bien explicarnos cómo hoy su partido proetarra reniega tanto del Generalísimo, teniendo en cuenta lo que tramaron sus antecesores en el llamado Pacto de Santoña:

El Pacto de Santoña fue un acuerdo firmado el 24 de agosto de 1937 durante la caída del Frente Norte en la Guerra Civil Española en la población de Guriezo (Santander) próxima a Santoña, entre dirigentes políticos vinculados al Partido Nacionalista Vasco y los mandos de las fuerzas italianas que combatían en apoyo del bando nacional.

Durante la Batalla de Santander, y ante el rápido avance de las tropas de Franco, las líneas de defensa se hunden y cunde el pánico en el bando republicano, siendo numerosas las deserciones. En Santoña se fueron concentrando, por orden del Partido Nacionalista Vasco (PNV), tres batallones de la 50 División de Choque vasca ligados a este partido que habían abandonado sus posiciones en la noche del 21 al 22 de agosto, y a los que posteriormente se sumarían otros doce.

Desde la primavera, antes de la caída de Bilbao y de las últimas plazas que controlaba el Gobierno vasco, Juan de Ajuriaguerra, presidente del Bizkai Buru Batzar, había estado negociando, durante varios meses, un acuerdo de rendición con la mediación del Vaticano que llegó a oídos del Gobierno de la República al interceptar un telegrama:

11126 sss CInA DEL Vaticano 1 200- 199 8 1340 ETAT- Su Excelencia Aguirre, Bilbao – tengo el honor de comunicar a vuestra excelencia que los generales Franco y Mola, interrogados expresamente acerca del asunto, han hecho conocer ahora a la Santa Sede las condiciones de una eventual rendición inmediata de Bilbao. 1: se empeñan en conservar intacto Bilbao. 2: facilitarán la salida de todos los dirigentes. 3: completa garantía que el ejército de Franco respetará personas y cosas. 4: libertad absoluta para los milicianos soldados que se rindan con las armas. 5: (…). 6: serán respetadas, la vida y los bienes de aquellos que se rindieren de buena fe, aun para los jefes. 7; en el orden político, descentralización administrativa en la misma forma que la disfruten otras regiones. 8; (…), el Santo Padre exhorta a vuestra excelencia a tomar en atento y solícito examen dichas proposiciones con el deseo de ver finalmente cesar el sangriento conflicto. Cardenal Pacelli

El presidente del Consejo de Ministros, Largo Caballero, se reunió con los ministros más próximos y decidió no hacer público el mensaje, que permaneció desconocido, hasta el fin de la guerra para el PNV y el Gobierno Vasco, aunque demuestra el conocimiento de los mismos que tenía el lehendakari.

Una figura importante de estos pactos, en los que intervenía el ejército italiano, sería el padre Alberto Onaindía, el cual se había reunido en secreto con el coronel italiano di Carlo cerca de Algorta (Vizcaya), el 25 de junio. Fruto de este encuentro surgió un viaje del militar a Roma para dar explicaciones sobre el problema vasco al ministro de Asuntos Exteriores italiano, Galeazzo Ciano.

El papel del lehendakari José Antonio Aguirre sigue siendo aún incierto y oscuro. Se desconoce si fue víctima de la insubordinación de su propio partido, o por el contrario ya conocía y permitió de antemano estos contactos. Cuando el general Gámir, jefe del Ejército del Norte, descubrió espantado durante la batalla de Santander la postura del Ejército Vasco, Aguirre simuló ignorarlo. Parece que el presidente vasco no era partidario del acuerdo con los italianos, de los que no se fiaba, pero es posible que intentara utilizarlo para sacar en barcos a su ejército hasta Francia, con la intención de que luego regresaran a territorio republicano por Cataluña para reconquistar el País Vasco a través de Navarra.

En estas circunstancias se llegó a un acuerdo a espaldas del gobierno de la República, en Valencia en esos momentos, por el que el Ejército Vasco se rendiría, entregando sus armas a los italianos, a cambio de que respetasen la vida de sus soldados y fueran considerados prisioneros de guerra bajo la soberanía italiana, permitiendo evacuar a los dirigentes políticos, funcionarios vascos y a los oficiales que lo deseasen por mar. En aquel momento los vascos aceptaron la rendición sin ulteriores condiciones, aunque trataron inútilmente de conseguir unas mayores garantías del coronel Farina, jefe del Estado Mayor de las fuerzas italianas. Así las cosas los italianos entraron en Santoña y se hicieron cargo de la administración civil.

El 26 de agosto habían  atracado en puerto santoñés los buques mercantes ingleses “Bobie” y “Seven Seas Spray” procedentes de Bayona bajo la protección del destructor inglés “Keith”. Comienza de inmediato el embarque de refugiados con pasaporte vasco. A las 10 de la mañana enterado el general Fidel Dávila manda la inmediata suspensión de la operación y ordena el desembarque. Únicamente el mercante “Bobie” abandona el puerto con 533 heridos a bordo escoltado por el “Keith”.

En el Penal de El Dueso, en Santoña, fueron recluidas las tropas republicanas vascas. El pacto no llegó a su término, en parte debido al retraso de la llegada de los buques de evacuación y al ser desautorizado finalmente por el alto mando español, que ordenó inmediatamente el internamiento de los republicanos en la citada prisión de El Dueso. Hacia noviembre, cerca de 11.000 gudaris habían sido puestos en libertad, 5.400 estaban integrados en batallones de trabajo, 5.600 en prisión.

Las razones de esta postura no están aún claras. Una hipótesis es que la pérdida del territorio privó de motivos para luchar al ejército autonómico, aunque sus dirigentes arguyeron la responsabilidad del gobierno de la República al no haberles enviado aviones para hacer frente a la ofensiva nacional. No obstante, no parece factible que Indalecio Prieto Tuero, ministro republicano de Defensa Nacional por aquel entonces en el Gobierno de Juan Negrín, y muy ligado a Bilbao, no brindara los recursos necesarios para impedir la caída de la ciudad y de su “Cinturón de Hierro”.

Es evidente que la convivencia de dos milicias radicalmente diferentes, una la nacionalista al mando del PNV de carácter conservador y católico y otra la compuesta por seguidores de la izquierda y anarquistas, muchos de ellos participantes en la Revolución de 1934, era difícil y la realidad es que no había relación alguna entre ellas, pese a las órdenes expresas de formar brigadas mixtas.

Este hecho ha permanecido durante mucho tiempo en silencio por ambas partes. Los republicanos no querían reconocer la traición de parte de sus tropas, los nacionalistas vascos no querían reconocer que tuvieron contactos para abandonar a la República y los nacionales se resistían a admitir que una fuerza extranjera actuaba de manera autónoma y se permitía establecer negociaciones a sus espaldas con el enemigo.

Este hecho ha llegado a alcanzar gran trascendencia política e ideológica en España, siendo muy polémico al señalarlo por unos como una traición del Partido Nacionalista Vasco a la República y ser justificado por otros.

La palabra clave del Pacto de Santoña, es el que los batallones vascos se rindieron sin combatir, a los italianos. Para los nacionalistas vascos, el recordar Santoña supone, aún hoy en día, un episodio de los más bochornosos.

Fuente: http://www.generalisimofranco.com

Probablemente argumentará alguna patraña contra la fuente que traigo a colación, pero mejor que eso sería que aportara argumentos y explicaciones reales y contrastables, algo que no es frecuente entre toda esta patulea mentirosa y manipuladora.

Cuando la sociedad vasca se dé cuenta del camelo del nacionalismo y del papelón infame que ha jugado gran parte de ella apoyando a estos delincuentes, es probable que empiecen a recordar a tantos héroes vascos de la historia de España, que los hay en gran número. Nunca hubo mejor español que un vasco noble.

el abanderado · 5 marzo, 2012 a las 17:08

Los proetarras del PNV están a estas historias en confabulación con el tarado de Juanito Tardá y el anormal de Llamazares. Con un gob ierno digno se podría plantear en el Parlamento sacar los restos y tirarlos al mar de fulanos que hubieran tenido responsabilidades en el gobierno criminal vasco de la Segunda República, y no digamos de los malnacidos antiespañoles en la desastrosa etapa de la democracia.

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